viernes, 27 de enero de 2012

ghostwriting






Ayer me enviaron un artículo muy interesante sobre el ghostwriting. Algo de lo que me ha quedado lo voy a resumir aquí.
Parece que las industrias farmacéuticas (quiero pensar que algunas, y no todas) sacan un medicamento y deciden que quieren que se venda mucho, porque tienen que ganar dinero con él.
A veces el medicamento es fabuloso, y a veces no tanto, y da problemas que a veces se conocen antes de comercializar el dichoso fármaco y a veces no.
En ambos casos, contratan a una empresa experta en escribir artículos que utilicen los datos positivos que los estudios arrojan sobre los medicamentos, y obvian -si existen- los negativos. A veces no incluyen los negativos porque a la sazón no se conocen.

Luego buscan a un reputado profesor, un pope de la medicina, y a cambio de dinero, prebendas, o simplemente de gloria, éste consiente en que el artículo se publique bajo su firma, como si fuera él quien ha investigado sobre los efectos del fármaco.
Hasta aquí, es cochino pero si lo que dicen es cierto... es como cuando ese señor que hace de médico en una serie de la tele anuncia laxantes y la gente le hace caso (país...)
Ocurre que a veces no es cierto, y los médicos leen el artículo, y como lo firma gente prestigiosa se lo creen porque además lo han leído en revistas de primer nivel. Y comienzan a prescribirlo, y entonces empiezan a aflorar los problemas del dichoso fármaco...
Bueno, pues a esto de poner el nombre y la mano sin poner el cerebro ni nada se le llama ghostwriting en inglés.
Y en Estados Unidos reclaman que el firmante, si como resultado de seguir sus consejos se lía parda y se demuestra que mintió o avaló algo que era nocivo sin haberlo investigado, sea corresponsable de las lesiones causadas.
Hasta ahora se reclamaba al laboratorio... pero no al avalista.
A ver si así somos un poco más responsables... Esto empieza allí, y en unos años estará por aquí.

PD, la foto es la impronta en una pared de una camilla tipo transfer. No conseguían hacer que desapareciera ni fregando con lejía. Un punto sábana santa sí que tiene, ¿no?

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