Un blog escrito desde Bilbao, para hablar de las cosas que pasan, de salir con niños, de qué hacer un domingo lluvioso, de libros, de si combinar o no el bolso con los zapatos, para reírme de las pequeñas anécdotas que nos deja cada día, de todo en general... Sobre todo, un blog para aprender de qué va esto de los blogs...
martes, 31 de enero de 2012
una de cal, una de arena
Ponerse en la piel del otro no es fácil.
Te hablan de empatía, y tú crees que tienes mucha. Y de simpatía. Y de todo lo bueno, cuarto y mitad.
Pero la verdad es que no tenemos ni idea, los que tenemos mucho, de verdaderamente cuánto tenemos. De que realmente tenemos tanto.
Y cuando ves lo que otros no tienen, cuando te paras a pensar y te das cuenta de que ese otro y tú no sois tan diferentes, de que no os separa un continente o una barrera geoeconómica, sino que es tu vecino de arriba, una antigua amiga, un ex-compañero de clase...
Cuando ves que podrías ser tú... es cuando te das cuenta de que de hecho, nada garantiza que nunca lo serás.
Claro, no me refiero a casi nada de lo que podría referirme; hablo de la soledad. Pero de la de verdad, de la que hace que cuando estás ingresado en un hospital nadie sepa a quién llamar para que se venga a preocupar por ti. La que hace que cuando tú no puedes hablar, nadie pueda hacerlo por ti porque no sabe qué querrías, qué te gustaría decir. La soledad que te pone a merced de quien se ocupa de ti cuando tú no lo haces, de un extraño cuya devoción en tu cuidado y en tu integridad dependerá de lo que la fortuna te haya preparado. De esa cara o cruz que decide que quien vela por ti decida, arbitrariamente, qué hacer contigo, qué es bueno para ti, hasta dónde llegar y pelearse por que sigas en el mundo.
Y que sigas.
Y que al día siguiente, cuando vuelvas a tu vida, continúes acompañado de tu propia sombra.
Hay gente así, que un día fueron bebés regordetes haciendo gorgoritos en una cuna. O niños alegres corriendo en un pasillo. o buenos estudiantes, haciendo guerra de tizas. Gente normal, con vidas normales que un día se torcieron. Cualquiera.
Que la compasión nos asista cuando se crucen en nuestro camino. Que sus mordiscos no nos hieran. Que no condicionen nuestras respuestas.
PD, mi mediana y mi sobri, hace un par de veranos, jugando sin saber que les saqué mil fotos...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario