domingo, 19 de febrero de 2012

de bichos y libros...



A pesar de todo, ha entrado. Un virus, quiero decir. O igual un alien, no sabría definirlo fijo-fijo, pero me duele todo.

Empecé a flaquear el otro día. Como los herederos la liaron parda y yo mandé al carajo toda la inteligencia emocional al primer grito, pues ya ahí no quedó nada para detener los siguientes, y cuando acabé de dar alaridos en la estancia de la casa que más retumba -léase, el baño- noté que la garganta me pasaba factura. Pensé que tampoco había sido para tanto -quizá, admito, en intensidad sí fuera algo... estupendo, pero fue breve, y no me parecía a mí que estuviera justificado estar medio afónica inmediatamente después.


Ergo...

Ergo a lo largo de la semana me han ido doliendo los músculos, la garganta, se me ha resentido la voz, me he encontrado cansada... hasta este sábado. Venía la cuadri a casa, nos juntábamos dieciséis (ocho adultos y ocho niños, la bebé ya cuenta como niña), y hora y media antes de la hora H, ese momento que cualquier anfitriona (y sí, lo admito, algunos anfitriones también. Alguno. Uno o dos) vive con la emoción del ayayay que queda una hora, niñoooooos elegid servilleterooooossss y tal... pues va la enanita y se levanta de la siesta rarita. Templadita. Calladita. Seriecita.

La trae el macizo, y no parece muy caliente. Se la lleva, aunque a regañadientes porque está intentando abrir paso en el despacho (cualquier superficie horizontal es susceptible de aportar su granito de arena al equilibrio de papeles y notitas que impera a su paso) y dejarlo en orden -que viene gente, ese fantasma que a veces sirve para ordenar habitaciones en las que se te ha olvidado el color de las paredes, casi. Bueno, igual no era para tanto pero llevaba buen ritmo por ese camino.

Total que al cabo la trae e insiste, y esta vez ya tiene 38,5 en la axila, a media hora de que llegue la gente. En fin. A medicarla, momento apiretal... La niña pasó bien la tarde, se revolvió a la noche pero mientras hubo gente en casa la tía resistía como gato panza arriba. Se piraba con los demás niños, que le iban dando agua, se dejaban pasar por encima...

A medianoche se fue la gente. Metimos a la peque a la cama, los mayores se acostaron súper-formalitos... y ahí empezó la noche. Claro, el alien, el virus o lo que sea que nos ha poseído decidió cebarse con la bebita y con su madre, por lo que oficialmente declaro que ha sido la primera noche gripal de la temporada en mi casa. Yo creía que habíamos contenido daños, y aunque hoy me duelen músculos de esos que no usas nunca, la enanita está mejor.

Pero... me acaba de llamar la mediana que le duele la garganta. Joe. Esperemos matar al bicho antes de que posea a toda la casa...

Por cierto, el mayor y yo estamos leyendo una colección de libros que me ha gustado mucho; hemos leído cuatro y van a haber nueve; no sé si hay alguno más publicado pero son divertidos. Un puntito gore, así que son para niños mayorcitos, de más de diez años yo creo. Son los libros del Detective Esqueleto, escritos por Derek Landy.

Hale, ahí queda eso. Cuidarse, que hay bichos fuera...

PD: fotazo de Machu Pichu; mis amigas, que viven muy malamente...

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