domingo, 12 de febrero de 2012

por favor, un médico!!!



Los viernes voy a clase de pintura.
Que llevaba yo toda la vida con ganas de aprender a dibujar, y de pintar óleos. Este año había dos niños de la cuadri que iban a pintura, y como era los viernes y les relajaba pregunté a los herederos si ellos también querían, y claro, entre pintar y además ir con amigos, pues se animaron. Luego vinieron más, que dice Cris que igual teníamos que pedir precio de grupo, porque al final vamos seis niños y dos madres. Claro que los de la academia yo creo que no saben bien que somos cuadri...

Bueno, que había que llevarlos, hacer tiempo dos horas y recogerlos. La zona tiene sus comercios y tal, pero como para pasarse dos horas en un bareto forrándose a café o dando vueltas viendo los mismos escaparates no me veía yo, y aproveché la tesitura para apuntarme.
Al contrario de lo que pudiera parecer (so maléficos), me tiro dos horas callada. Pero callada-callada.

Claro, el sitio tiene lo suyo.

Llegas el primer día, y ves a peña en general bastante más joven que tú (básicamente peña en edad de estudiar la carrera, la cual yo acabé hace casi dieciocho años), con batas pintarrajeadas, algunos con pintas de oh cielos pero qué rabiosamente moderno soy que llevo greñitas y gorrito de lana aquí dentro con este peazo calor que hace..., bueno que ves a peña más joven que tú pintando unos cuadros que-te-ca-gas. Como yo pinte así algún día voy a flipar unos tres años seguidos. Y es posible que lo haga, porque he descubierto que soy capaz de dibujar muy, muy bien. Si es que si aprendes la técnica, la cosa va sola...

Bueno, llegas y dices ejem, en qué lío me he metido.
Tú llevas un lápiz del 2, uno del 6, una goma y un sacapuntas.
Y ellos un lienzo del copón, las greñitas, pinturas, la bata... y se cuentan su vida de punta a punta el día que están locuaces.

Pues nada, te dan unos folios, unos dibus para que copies y te dicen que hay que soltar el trazo. Que hagas rayas largas y que no borres, que es para ver cómo se te da.
En fin. Pues haces rayas y rayas hasta que te echan el alto, te mandan a comprar una sanguina, un difumino y papel amarillo medio.
Y ya empiezas a dibujar. De ahí, si tienes buena mano, te orientan a retratos y si no, no sé, porque a mí me han llevado para allá.
A mí no me gustan los retratos. Me deprimen. No me gustan colgados en la pared. Pero me dijeron que dibujo muy bien y que podría aprender, y yo dije que óleo, y ellos que como quieras. Pero ya me habían dorado el ego, y me tiré por el retrato. Y ya que he empezado, lo que queda de curso seguiré, pero yo quiero óleo.
A todo esto, los profes (son dos) me corrigen, y yo digo gracias. También digo hola, y también hasta el viernes. Y hasta esta semana no me habían oído decir nada más en los tres meses que llevo allí.

Bueno, este viernes no andaba yo muy fina. No encontraba la muestra que tenía que dibujar, encontré una copia, la cuadrícula no coincidía, tuve que borrar parte del trabajo... total, que estaba yo ahí reconcentrada pensando que era mi primer retrato (Cameron Díaz, bua que guay) y pensando, asímismo, que estaba hasta el kiki ya de retratos y que vaya rollo, cuando oigo a mis espaldas un poing (una banqueta ha caído) y un pom (una cabeza también ha caído) todo junto.

Miro para atrás y veo a una chica de mi edad o algo mayor espatarrada en el suelo. Al principio pienso que se ha resbalado la banqueta y me agacho a ayudarla e intento levantarla, pero le veo la cara y veo que convulsiona un poquito, y me digo hala. Se acabó la discreción, mecagonlaleche, me va a tocar currar.
Entonces le digo a otra persona que también intenta levantar a la chica que la deje en el suelo, y procedo a examinarla y a levantarle las piernas. Una voz me echa el alto, no la mováis, quietos. Y me agarran rollo detente loca que la lesionas. Entonces le digo a la profa allí, agachada en el suelo, bajito, que soy médico y ella pega un brinco patrás, dice ah, y se retira. El profe manda a la profa a la tienda que tiene junto al estudio para que le traiga el aparato de la tensión -ahivalaleche, tienen un tensiómetro en la tienda???????? me pregunto yo- y yo ya veo que la mujer tiene un cuadro vagal más moñas que ni sé del que se está recuperando. Y un chichón en la cabeza como la palma de mi mano, que le aprieto a ver si no va a más. El pulso va lleno y a buen ritmo. Llega el tensiómetro. Me dice el profe que lo use que me va a dar tensión y pulso, y le digo no gracias que los tiene bien. Ahí flipa él, porque yo creo que se pregunta cómo lo sé. Pero no insiste. La chica va mejorando, le pregunto si es diabética, si ha comido, si toma medicación. Me contesta. Y de repente le vuelve el color, y ahí, postrada, con lágrimas en los ojos (literal), un chichón del quince y las patas para arriba, me dice arrebolada...
¿eres enfermera?
Joder, siempre igual. Los chicos médicos, las chicas enfermeras. Los celadores qué serán, ¿hermafroditas???
Bueno, yo no puedo frenar a tiempo mi dosis de ironía (¿o será acidez?) y le digo no, médico, pero te vale igual ¿no?
Total, entre ponte bien y estate quieta me pasé una hora refitoleando con la Cameron pa nás, y otra hora hasta que conseguí que la pobre mujer llamara a alguien que la viniera a recoger y la llevara a hacerse una placa de la cabeza.
Eso sí, normalmente cuando me voy y digo hasta el viernes apenas nadie contesta. Esta vez me contestaron todos al unísono. Yo el próximo viernes volveré a enmudecer, que no quiero que la gente me consulte cosas, que me da mucha rabia...

PD: la foto es de un dibujo que hice yo, de los pies de la bebé. No me supervisó ningún profe, así que está sin corregir, pero a mí me gusta :)


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