sábado, 25 de febrero de 2012

segundo restaurante: Azurmendi



Pues ahí está, con dos estrellas Michelín, que estábamos de ronda gastronómica y nos dijimos, pues habrá que probar, y allá que nos fuimos mi amada Aran y unos cuantos más.

Llegar al restaurante-capital, lo que viene siendo a la propia puerta mismamente, nos costó un rato tirando a largo. Y no porque no supiéramos dónde está, ni porque no lo viéramos, sino porque tú sales de la carretera y ahí lo ves, pero no se ve por dónde llegar ahí. "Ahí". Hay una rotonda de la que debes salir contra todo pronóstico, y luego aventurarte en la oscuridad dejando el restaurante atrás, con fe, con esperanza, y ya por fin un cartel minúsculo te saluda en una esquina, que válgame el cielo qué trajín hasta que llegamos. Nos dijeron que no les dejan poner más carteles.


Pues vaya par de gónadas, los que no les dejan. Total que tienes un restaurante con dos estrellas Michelín, famoso y muy recomendado, y hay que buscarlo metiendo en el TomTom las coordenadas, como si estuviera en Quinatalatrágala del Olvido. Por no decir otra cosa. Pues con un par.

Llegamos, y nos metieron en un comedor mediano-pequeño, bastante cómodo, con un grupito que sentaron al otro extremo. Bien. La luz era perfecta, y la atención amable y cercana pero hasta el punto justo.

Pedimos un menú degustación para toda la mesa, con pequeñas variaciones cada uno en base a gustos personales. Nos dejaron cambiar todo lo que quisimos y eso fue muy de agradecer. Bueno, menos el macizo que fue por libre y no quiso el menú. Que era demasiado, dijo. Luego comió lo suyo, y probó (y un poquito más) todo lo mío. Demasiado. Qué valor. Demasiado. Ja. Qué rabia me da, además, que me roben la comida... (sí, robar). Qué cara más dura...

Lo que pasa con este tipo de menús de veinte platos en los que toda la mesa no va a una y te explican cada receta es que normalmente no puedes entablar una conversación personal, duradera y privada porque claro, al pobre que viene a cantarte las recetas no le da tiempo de decirte toooodo lo que te tiene que contar. Y nosotros comemos muy a gusto estas cosas deliciosas, pero lo que más nos gusta de todo-todo, con notable diferencia, es charlar y reirnos. Y no da para todo si a cada rato has de parar.

En cuanto a la comida, a mí me supo muy, muy salada. Todo estaba muy rico, y algunos efectos especiales como el humo encerrado en una especie de copa invertida, el ahumado al momento... me parecieron espectaculares... la primera vez que los ves. Es como la montaña rusa, impresiona; si es el Dragon Khan impresiona un par de veces, quizá tres si eres un poco moñas, pero luego ya vas sobre terreno conocido y ya no es igual (pues te vas al Furious Baco, pero ésa es otra historia).

Total, no me moló demasiado. Me pareció que lo que rodea a la comida principal (vinos de postre...) se quedaba muy, pero que muy corto, como se ve en la nota de sugerencias que nos vinimos arriba haciendo y que pongo al principio del post. Atención porque seguía por el reverso. Somos así de generosos, haciendo consultoría y encima pagando un pastizal.

El macizo se comió una degustación de bacalao. Lo demás, parecido al resto.

Pues no sé qué fue, pero desde las seis de la madrugada hasta la una del mediodía estuvo estupendo, con una colitis de agárrate-y-no-te-menees, después de la cual se quedó niquelao, y que en mi modesta opinión presentaba todas las características de una toxi-infección alimentaria. Sólo le pasó a él, y sólo comimos, él y yo, a lo largo del día, ése plato diferente...

Bueno, a mí me gustó el sitio pero no para repetir; una vez me bastó.

PD: La foto es de la cena. Si en este punto no sabes lo que es, léete el post de nuevo y más atentamente...

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